Tras la escenificación, deseada por todo el madridismo, del pasillo al campeón de Liga llegó la materialización, una vez más, de un Barça sin sentido. El Villarreal ganaba con solvencia, pero ya ni eso sirvió para que los blaugranas salieran a comerse el césped del Bernabéu. Consecuencia: se acabaron los veranos asiáticos de giras multimillonarias por tener que jugarse en agosto la previa de Champions. Anoche, el cielo de la capital y el Barcelona eran idénticos. El primero retenía una tormenta de agua y el segundo un buen chaparrón merengué. No había caído ni una gota en la hierba cuando Raúl dejaba claro en el minuto 12 que más que aguacero lo que se avecinaba era tempestad; 1-0 y 18 goles en la saca. Para Márquez fue falta clara, pero Pérez Burrull miró para otro lado. Así, el Barça chocaba con un gran juego ofensivo de los blancos con una defensa que hacía aguas por doquier; cielo y equipo ya habían quebrado. Tal era el empeño de los de Chamartín por hundir al rival que Touré no tuvo más remedio que hacer una falta, de amarilla, demasiado cercana al área. Por ahí estaba Guti que se atusó el flequillo empapado, levanto el balón; la defensa contraría se fue a buscar níscalos, y lo puso en la testa de Robben; 2-0 y segundo gol que marca el holandés con la cabeza en toda su vida. Era una noche de efemérides.
Llueve sobre mojado
Mientras tanto Casillas se resguardaba de la lluvia bajo el larguero. Ya se había percatado que anoche los chuzos caían de punta, sólo, en el área azulgrana. Del minuto 32 al 38, Victor Valdés evitó que la goleada fuera antes de tiempo, demostrando que aun pelea por el Trofeo Zamafora.
Tras el descanso los equipos seguían igual. Los blancos atacando con puñales y los catalanes y catalinas, con escudos de juguete. Tal era la insistencia del Real Madrid que hasta Diarrá, que no está por esos lares, se atrevió con dos disparos que motivaron a la grada, y es que el marfileño anoche cuajó el mejor partido desde que llegó a Chamartín. El segundo en licenciarse fue el mediocentro Gago, que regaló a la afición un recital de pases interiores, recuperaciones de balón, presión al adversario y posición táctica encomiables; gran timón para el futuro.
Goleada
Schuster se olía una goleada, al igual que la grada que no cesaba de pedir la manita. Tal vez por eso, se decidió a sacar en el minuto 61 al pibito cuando en el primer balón que tocaba, el héroe de Pamplona, marcó el golazo del encuentro plantándose solo frente a Valdés y batiéndole con sutileza; 3-0. No fue un remate, bailó un pericón en toda regla. El alemán, también, concedió una oportunidad a Robinho y no le defraudó. En el segundo balón que acarició con rigor colgó el esférico estrellándolo en las manos de Puyol, con tan buena fortuna que el árbitro concedió la pena máxima. El tercer mandamiento bávaro fue a Van Nistelrooy que saltó al terreno de juego como una exalación para tirar el penalti. El holandés errante no falló; 4-0, hacía 33 años que no se producía ese resultado entre los dos equipos. Efectivamente, la noche era de efemérides.
En el 81 Messi hizo de las suyas y disparó con malicia a Iker que si no llega a ser por su brazo de plastilina, el argentino habría dormido algo mejor. Pero cinco minutos después consiguió el trato con Morfeo y se inventó un pase genial que dejó a Henry sólo frente a Casillas y que este fusiló con parsimonía desde fuera del área. El francés se lo tomó como el que rueda un anuncio de Gillette. Pero ya era tarde; 4-1 y Rijkaard desde el banquillo se mostró triste; Guardiola, su sucesor, en su casa estaría expectante.

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