viernes, 16 de mayo de 2008

Las catástrofes naturales azotan Asia

Almudena Martín
El mes de mayo ha sido realmente catastrófico para el sudeste asiático. Myanmar (antigua Birmania) ha sido arrasada por el ciclón Nargis y China ha sufrido el peor terremoto de los últimos treinta años. Al desastre natural, hay que sumarle la diferente gestión de la situación que cada uno de los países, ambos en régimen de dictadura, ha llevado a cabo. La cantidad de víctimas en los dos casos es escalofriante. Según la ONU, los muertos en el ciclón Nargis se calculan entre 60.000 y 100.000, además de 200.000 desaparecidos, y en China se estima que hay 30.000 víctimas mortales. Y aún queda más. Tras la destrucción, miles de personas están a la intemperie, mientras las enfermedades y las epidemias se extienden contra un pueblo que ha sido golpeado brutalmente por la fuerza de la naturaleza. Tras la desgracia, la acción humana juega un papel crucial.

Todos los países se ha volcado en ayudar al continente asiático. China rápidamente pidió ayuda a la comunidad internacional para hacer frente a la catástrofe e incluso se han dejado de lado viejas rencillas con algunos vecinos como Japón o Taiwán, desde donde se ha enviado material y expertos en emergencias naturales. Ante esta situación tan extrema, hasta los enemigos arriman el hombro. China no ha puesto en ningún momento obstáculos a los cooperantes extranjeros, ni a los fondos llegados desde todo el mundo. Afortunadamente, el país, a pesar de tener un régimen comunista, se ha convertido en una potencia mundial abierta ya a la economía de mercado y esto lo ha demostrado en su respuesta, no se ha cerrado en sí misma como sí ha hecho Myanmar. Incluso los medios chinos han dejado aparcada la estricta censura que se aplicó en pasadas catástrofes naturales y crisis políticas. y esta vez, hemos visto la crudeza del desastre.

Desgraciadamente, la antigua Birmania respondió a la desgracia de su pueblo de una forma muy diferente. Tardó varios días (tiempo valiosísimo en una situación de estas características) en admitir el dinero que organismos internacionales y algunos países le ofrecían, además de impedir la entrada a las zonas afectadas de cooperantes extranjeros, médicos, enfermeros y voluntarios birmanos. Una vez más, la dictadura militar de este país hace gala de una gran insensibilidad ante la muerte y el sufrimiento de su propia gente. En una situación donde cada segundo cuenta, el régimen ha dado la espalda a miles de personas que precisaban de alimentos, ropas, agua potable y medicinas para sobrevivir. Eso sí, mientras tanto, la Junta Militar birmana consideraba más importante la celebración de una gala con actuaciones de artistas en la que animaba a la consulta constitucional. Para ellos la fiesta continuó.

Parece increíble que aún hoy, en el siglo XXI, sigamos viendo muestras de la crueldad e insensibilidad de la raza humana. Y lo peor es que no será la última vez...Está claro que a veces, debemos temer más a los hombres que a los indestructibles caprichos de la naturaleza.

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